Un error común en líderes es dejarse llevar por un arranque de energía y esperar que todo el equipo se suba a esa ola en el momento, dejando de lado lo que estaban haciendo.
El efecto inmediato es que se cambian prioridades: lo urgente desplaza a lo importante. Esto genera sensación de descontrol y el mensaje implícito para el equipo es: “tu trabajo no es importante”.
Por supuesto, hay momentos donde se requieren correcciones inmediatas. Pero esas deben analizarse, comunicarse con claridad y lanzarse de manera ordenada.
Si los cambios son constantes y reactivos, eso revela un problema más profundo: no hay estrategia ni planeación mensual, y se está operando en modo “día a día”.
Un liderazgo efectivo no se mide por la intensidad del impulso, sino por la capacidad de dar dirección, consistencia y confianza a su equipo.
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